Uno puede opinar lo que quiera acerca de Gloria Trevi, pero aquí hablaremos de la experiencia que fue su concierto en el Auditorio Nacional el pasado viernes. Es una de esas cosas que no podemos pasar por alto (aunque quisiéramos) los que nos dedicamos a cubrir el espectáculo en México, sean cual sean nuestros gustos musicales.
Primero que nada, no he visto un público masivo tan atento y eufórico durante todo el concierto de ese tamaño con un artista nacional. Los rostros de emoción y las lágrimas hasta un poquito de miedo me dieron. Pero eran auténticos, para esos cientos de personas que estaban en un éxtasis no había crítica y razonamiento posible, estaban frente a su ídolo y nada más les importada.
Luego estaban los que fueron a pasársela increíble y bailaban y bailaban. Ya casi no ocurre esto, pero gran parte del lugar se sabía la gran mayoría de las canciones de principio a fin y eso siempre hace que la fiesta sea enorme.
Ahora, ¿qué es lo que hace Gloria para seguir logrando eso? Pues hay que decirlo, los que nos reíamos a carcajadas de ella cuando la presentaban (junto con Yuri) como La Madonna mexicana,debemos admitir al menos algo, aunque duela. La mujer sí es la reina de la reinvención local. Lo logró. Se levantó de su propia tragedia (y muchas añadirían, de la de otras) para convertirse en la más grande vendedora femenina de discos en nuestro país. Ella y su gente han sabido observar y se han tratado de llevar los mejores trucos de las grandes divas mundiales que aún habitan el escenario. Y ahí es donde empiezan algunos de los problemas.
Su espectáculo, que es completamente multimedia, está estructurado de una manera similar al de Lady Gaga. Con todo y el más garrafal de los errores que comete Gaga: lo divide en actos, haciendo que la gente que ya está de pie y feliz se siente a esperar. Eso mata el crecimiento de la emoción, a pesar de que no tarda en recuperarlo sí es un menos para una fiesta que parecía no detenerse.
Hay momentos en los que la pantalla debería proyectar (éste es un homenaje en vida para Katy Perry), sobre todo por ciertos vestuarios y coreografía. Sin embargo, tampoco vi que a los fans de la Trevi este (¡ejem!) homenaje les molestara (aunque los de Perry estaban fúricos cuando twitteéla foto).
El caso es éste: Trevi invirtió muchísimo esfuerzo, dinero y evidente amor en el show. Y su público lo aprecia. En los 80 los expertos juraban que si seguía cantando (gritando) sí se iba a destruir la garganta, cosa que evidentemente no ha pasado. Ella como mujer está íntegra y espectacular.
No. No me considero ni de lejos de la legión de fans de La Trevi ni su público natural. Lo era de niña. Pero hay que admitir que sabe su negocio y lo explota como nadie. Ésta bien pudo haber sido una de las peores semanas de su vida por problemas serios que tuvo. Eso nunca se vio en el escenario, excepto en los momentos emotivos en los que agradeció. Así que aunque varios se enojen conmigo y otros celebren. No hay forma de negar que La Trevi triunfó.
Fuente: Milenio
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